El diagnóstico clínico se ha considerado la piedra angular en las decisiones, dado que tiene diversas funciones, entre ellas la ejecutiva. No obstante, el diagnóstico no es un fin sino un medio, ciertamente artificioso, para poder ayudar a los pacientes. No basta identificar cómo se llama la enfermedad que aqueja al enfermo, sino que hay que individualizar lo más posible a cada caso, pues la sola mención del diagnóstico puede significar una amplia variedad de problemas.